Sobre Nuestra Historia.

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El Marquéz Criollo.

No toda realeza lleva corona. Algunas se forjan con cucharas de palo y se sirven en platos calientes. El Marqués Criollo nace de esa nobleza que no viene del linaje europeo, sino del mestizaje que ocurrió cuando los primeros señores de abolengo tocaron nuestras costas caribeñas y se vieron transformados, tocados por el sol, el sabor y la calidez de estas tierras.

Es un homenaje al encuentro de mundos. A esos marqués de tierra ajena que, al probar nuestros ingredientes, al respirar nuestro aire y al convivir con nuestras gentes, se dejaron conquistar. Ya no eran solo aristócratas… se volvieron nuestros. Se hicieron criollos. Y con ellos, también se criollizaron los sabores, las técnicas, las costumbres, y hasta el lenguaje de la cocina.

Así nació este plato: como una sinfonía entre la tradición popular y el gusto refinado. Como un banquete campesino servido con el porte de un festín real. El Marqués Criollo no busca impresionar con ornamentos vacíos, sino con lo esencial: con una carne desmechada jugosa, impregnada de hogao humeante y profundo. Con cubos de plátano maduro que equilibran dulzura y memoria. Con chicharrón crocante, cuadrado, bien servido, como se ofrece lo mejor. Con el huevo —ese tesoro simple y universal— dispuesto doble, como si el plato supiera que una sola yema no basta para tanta historia. Y con un toque final de cilantro que no solo decora, sino perfuma y honra.

Este es un plato donde cada ingrediente es protagonista y ninguno es accesorio. Un plato que abraza lo cotidiano, pero lo eleva. Que nace de la calle, pero se sienta en la mesa como un invitado de honor.

El Marqués Criollo no es una fantasía… es una declaración. Una afirmación de que lo nuestro también puede tener alcurnia. Que el sabor criollo puede ser majestuoso. Y que la verdadera realeza no se hereda, se cocina.

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Un linaje que nació del fogón criollo

El Marqués Criollo no es una fantasía… es una declaración. Una afirmación de que lo nuestro también puede tener alcurnia. Que el sabor criollo puede ser majestuoso. Y que la verdadera realeza no se hereda, se cocina.

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Bowl Cartagenero

Bowl Cartagena — La herencia que se sirve caliente.

El Bowl Cartagena es un homenaje a la ciudad que resiste y florece, a la ciudad que baila, que canta, que cocina con las manos, el alma y el corazón. Este plato nace de la raíz profunda de San Basilio de Palenque, de la cumbia que no se rinde, del bullicio del mercado de Bazurto, de la voz de la mujer negra que te sirve con orgullo y te dice: “papito, esto es hecho con amor”.

Cada ingrediente es una declaración de identidad. El arroz, como la base de casi toda mesa colombiana, es el alma que une. El frijol negro pequeño —también conocido como carahota— le da fuerza, sabor y carácter. El pico de gallo de cilantro, tomate y cebolla le inyecta frescura y color a la historia. El chorizo, con su poder ahumado, recuerda las carnes de nuestras cocinas ancestrales. La carne enmechada, jugosa y sazonada, es el corazón palpitante del plato. Y por supuesto, el plátano maduro en cubos, con su dulzura ardiente, lo abraza todo con el sabor del hogar.

El Bowl Cartagena no es solo comida, es testimonio. De cómo una ciudad que nació entre murallas y fue testigo de cadenas, hoy grita con orgullo su libertad, su diversidad, su sabor. Es la Cartagena que no olvida sus raíces, pero las sirve en un bowl contemporáneo, elegante y lleno de vida.

Este plato no es típico. Es histórico. Porque no repite el pasado: lo honra y lo transforma.

Bowl Cartagena. El Caribe servido en su punto.

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La herencia que se sirve caliente.

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Crepe De Choclo

El Crepe de Choclo es más que un plato: es una evocación viva de la tierra, una herencia milenaria servida en la mesa con orgullo y respeto.

En muchos rincones de América Latina se le conoce de distintas formas: choclo, cachapa, arepa de maíz tierno… pero todos coinciden en algo: su sabor tiene alma. En Casa Histórica, lo abrazamos y le dimos una nueva forma, sin traicionar su esencia. Lo transformamos en un crepe de choclo —nuestra versión dorada, suave y gloriosa— hecha con maíz dulce amarillo, trillado a mano, elaborado por manos sabias que aún recuerdan el ritmo de los antiguos molinos y los secretos de las matronas de la región Caribe.

Este crepe rinde tributo a Colombia y a todas las culturas que celebran el maíz como símbolo de vida y alimento de generaciones. Lo acompañamos con un queso de la casa, delicado, suave y generoso. Y lo coronamos con una mezcla de tres quesos campesinos, cada uno aportando textura, memoria y sabor. A su lado, el infaltable suero de la casa, fresco y espeso, como se hace en los patios donde el tiempo camina más lento.

El Crepe de Choclo puede llegar como entrada o como plato principal, pero una vez aparece en la mesa, él es el protagonista. No hay quien lo pruebe y no sonría. Porque este plato, aunque sencillo en ingredientes, está lleno de historia, de cariño y de identidad.

Casa Histórica lo honra, lo protege y lo celebra. Porque el maíz no solo alimenta, el maíz une.

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Crepe de choclo

El canto dorado de la casa.

Casa Histórica lo honra, lo protege y lo celebra. Porque el maíz no solo alimenta, el maíz une.

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Esferas de Mafufo

Las Esferas de Mafufo nacen de una tradición que no se cuenta… se siente. Una costumbre tejida en la cocina de un pueblo a orillas del Magdalena Medio, donde el río no solo lleva agua, sino historias, silencios, secretos de abuelas y olores de fogón que nunca se apagan.

Allí, donde los días comienzan con brisa y terminan con cuentos, el alimento no era solo sustento, era un acto de amor. Desde pequeños, fuimos alimentados con lo que la tierra daba y lo que el alma agradecía: plátano mafufo. Ese que en otros rincones llaman topocho, popocho, cuatro filos o guineo, pero que en nuestra casa siempre fue y será simplemente mafufo.

El mafufo es distinto. Tiene una nobleza que lo separa del plátano hartón: no se endurece al cocinarse, ni al freírse, y su suavidad generosa cuida el cuerpo. Por eso las matronas lo elegían para preparar coladas a los bebés, sabias como eran, sabían que no causaba estreñimiento, que era suave con los cuerpos pequeños y amable con los grandes. Ese plátano era su forma de protegernos… sin decir palabra.

Muchos años atrás, en la cocina de nuestros fundadores, nacieron las esferas. Redondas, doradas, hechas con cariño y rellenadas con lo que el día ofreciera. Se hacían para compartir, para celebrar, para consentir. Y hoy, en Casa Histórica, esas mismas esferas han vuelto. No iguales, sino más hermosas. Más nuestras.

Las preparamos con queso y salchicha ranchera, juntos, en una sola esfera, como si el sabor también necesitara compañía. El queso derrite el alma, la salchicha le da carácter. Y aunque pueden acompañarse con cualquier tipo de salsa, aderezo o guarnición, la verdad es que no lo necesitan: saben a casa, a infancia, a río, a tierra firme.

Las Esferas de Mafufo no son solo una entrada. Son memoria frita, identidad servida en plato, homenaje a las manos que nos enseñaron a vivir saboreando. Son redondas como el ciclo de la vida, como la mesa familiar, como el abrazo de la abuela cuando uno llegaba del colegio con hambre de todo.

En Casa Histórica 1927 las llevamos con orgullo. Porque creemos, con el alma, que las verdaderas tradiciones no se heredan: se saborean.

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Tradición que se come con las manos y se abraza con el Corazón

En Casa Histórica 1927 las llevamos con orgullo. Porque creemos, con el alma, que las verdaderas tradiciones no se heredan: se saborean.

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Desayuno Histórico Colombiano

Dicen que el desayuno es la comida más importante del día, pero en Colombia es mucho más que eso. Es una declaración de intenciones, una ceremonia que empieza desde antes del amanecer, cuando el canto del gallo se mezcla con el silbido del café y el chisporroteo del corral.
De esa tradición milenaria nace el Desayuno Histórico Colombiano.

Este plato no es un simple primer bocado del día, es un homenaje vivo a las raíces que nos unen. Porque en Colombia, el desayuno no se improvisa, se celebra.

En el centro de esta historia están los huevos pericos, criollos y bien sabrosos, revueltos con tomate y cebolla picados a cuchillo, como dicta la costumbre. A su lado, se acomodan con nobleza unos generosos cubos de queso campesino, frescos, blancos, con ese sabor a campo mojado y mesa de madera.

No puede faltar la reina dorada de la cocina colombiana: una arepa de maíz rellena de queso, hecha al momento, crujiente por fuera y suave por dentro. Esa arepa no solo alimenta el cuerpo, sino también los recuerdos. Completa la sinfonía una salchicha ranchera, frita en su punto justo, que rinde tributo a las cocinas donde se cocina con alma.

Y como broche de oro, suero de la casa, hecho como se hacía antes, sin apuros y con esmero. Fresco, cremoso, perfecto para coronar cada bocado con una caricia.

Aunque lleva el nombre de “desayuno”, este plato no tiene hora de entrada ni de salida. Se come cuando el cuerpo lo pida y el corazón lo agradezca. Sea a las ocho de la mañana o a las tres de la tarde, el Desayuno Histórico Colombiano siempre cae bien. Porque cuando algo es bueno, no necesita reloj.

Este es un plato que representa a una Colombia valiente, resiliente, trabajadora. Una Colombia que se levanta temprano y que resiste hasta tarde. Una Colombia donde la cocina es historia viva, servida con orgullo.

Aquí no hay lujos, pero sí grandeza.

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El alma del país servida al fogón.

Este es un plato que representa a una Colombia valiente, resiliente, trabajadora. Una Colombia que se levanta temprano y que resiste hasta tarde. Una Colombia donde la cocina es historia viva, servida con orgullo.

Nuestro Chef Estrella

Experto en cocina Cartagenera

Al frente de la cocina de Casa Histórica, Tutti Navarro transforma cada receta en un homenaje a los sabores de antes, con el corazón puesto en cada plato. Su inspiración nace de la tradición, del calor de hogar y de esas mesas largas compartidas en familia. Este brunch fue creado con la nostalgia de los domingos de antaño, con aromas que despiertan recuerdos y una propuesta que une lo clásico con lo genuino.

Para ella, “cocinar es su manera de cuidar, de decir ‘te quiero’ sin palabras”.

En cada menú se siente su amor por lo simple, lo nuestro y lo que verdaderamente alimenta el alma.